No hay duda de que el consumo de energía es un tema de actualidad como nunca antes lo había sido, tal y como lo muestran las medidas que se han tomado en Europa. En España, las oficinas, tiendas y espacios de ocio deben tener una temperatura entre 19º y 23º, tal y como se recoge en el Real Decreto-ley 14/2022, de 1 de agosto. En Francia, el uso de aire acondicionado puede ser sancionado con 750€ de multa si las puertas están abiertas.
Desde hace un tiempo, hay una clara tendencia a potenciar la eficiencia energética en los edificios, no en vano estos consumen alrededor del 60% de la electricidad que se utiliza en el mundo. En 2017, la Revista Harvard Business Review se refería a este tema como una de las claves para el éxito empresarial. Y es que tanto en el sector público como en el privado, ya sean oficinas, colegios, universidades o instalaciones sanitarias, las organizaciones necesitan soluciones sostenibles. En ese sentido, una manera muy simple y efectiva de reducir el uso de electricidad y, al mismo tiempo, reducir los costes, es asegurarse de que las puertas están bien cerradas.
Los beneficios de una puerta correctamente cerrada
Entender lo que aporta una puerta cerrada es muy fácil, pero no tanto cuantificar su impacto. Es por ello por lo que se han realizado varios estudios que ayuden a hacerlo, y todos ellos concuerdan en que tiene un impacto significativo.
En 2010, la Universidad de Cambridge estimó que las puertas cerradas podrían reducir el uso de energía en una tienda típica más de un 50%. Dentro de un edificio, una puerta cerrada ayuda a mantener importantes diferencias de temperatura, por ejemplo entre una sala de operaciones y la sala de espera o en un cuarto de servidores y los espacios de oficina. Cerrar las puertas reduce la energía utilizada para enfriar o calentar estos espacios distintos y minimizan las opciones de que se produzca el efecto chimenea: flujos de aire no deseados en el suelo originados por el aumento del calor en el edificio.